lunes, 20 de noviembre de 2017

EL AGORAFÓBICO, EL MENTALISTA Y EL MUNCICIPAL

Acto Primero

Leocadio, mediana edad, nervioso, con las manos cogidas a su espalda, pasea de un lado a otro del salón hablando consigo mismo.

–Ya estoy harto. Es toda una vida entre paredes y bajo techo a causa de este estúpido trastorno que me impide disfrutar del aire libre. Hasta para ir al trabajo, al cine o al médico, debo hacerlo mediante transporte en vehículo puerta a puerta, sin exposición a espacios abiertos por la reacción alérgica que podría sufrir. Pero esto se va a acabar. Ya que la medicina farmacológica no encuentra remedio, voy a recurrir a ese famoso parasicólogo de la tele. Ahora mismo le llamo… ¡Alló! ¿Profesor Benavides?...


Acto Segundo

En el mismo salón, sentados en el sofá, Leocadio y el profesor Benavides dialogan:

–Entonces, me dice usted, Leocadio, que ansía poder caminar por las avenidas, por las plazas, hacer excursiones al campo…

–Sí, profesor, es lo que más deseo. Fíjese que mis mayores ilusiones son cosas sencillas que cualquiera puede hacer: ir al parque, mirar a las mujeres y que me miren, tumbarme en el césped a contemplar el cielo, jugar con los niños, charlar con los ancianos que por allí pasean, dar de comer a las palomas… En definitiva, una vida como un ciudadano cualquiera.

–Pues mire, Leocadio, su caso está claro. Usted no padece ninguna enfermedad, si acaso un leve desajuste neuronal que se va a corregir con las tres sesiones de meditación que le voy a prescribir y sus sueños se van a cumplir, como que me llamo Benavides.


Acto Tercero

En el parque, sobre la hierba, yace Leocadio decúbito supino. No se mueve. Una mujer pasa por su lado y mira hacia otra parte. Dos niños se paran delante, le tocan con un palo y salen corriendo entre risas. Se le acerca un viejito y le dice que estaría mejor en el banco; ante la falta de respuesta se aleja mascullando algo. Unas palomas picotean en la hendidura de su boca de la que fluye un líquido rojo. Se van volando al aparecer un guardia urbano que, sacando cuaderno y lápiz, le dice:


–Deme su identificación, tengo que sancionarle porque está prohibido dar de comer a las palomas.





(Relato clasificado en tercer lugar en el concurso DoReMicros, de Me suenan tus letras. Tema: agorafobia).

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