martes, 6 de octubre de 2015

OJOS PUÑETEROS


TESTIGOS INCÓMODOS

   El puñetero ojo de la cerradura lo había visto todo; y el imperturbable sillón orejero lo había escuchado. Demasiado riesgo, tendría que eliminarlos a los dos. Y deprisa, porque iba llegando la medianoche, el cuco saldría pronto y tampoco se trataba de montar una masacre.


MUROS INFRANQUEABLES

   El puñetero ojo de la cerradura fue el primero en solicitarlo. Esgrimió razones humanitarias, pero resultó inútil. Le siguió a continuación el travieso ojo del huracán, apelando a supuestos agravios comparativos; vano intento, también fue desestimado. Por último, probó a reclamarlo el puntilloso ojo de la aguja, con argumentos económicos. Idéntico fracaso. La imperturbable funcionaria, sin alterar tono ni volumen de voz, y con irónica sonrisa, les trasladó a cada uno la misma respuesta: la Seguridad Social no cubre las recetas de colirios ni de suero fisiológico.


PASIÓN POR LO BELLO

   El puñetero ojo de la cerradura barroca del siglo XVII, con incrustaciones de ópalo iridiscentes en un marco de pan de oro, ejercía tal atracción sobre los estudiantes de Arte Contemporáneo, que su bella profesora, que se cambiaba de ropa al otro lado, nunca lo hubiera podido imaginar.


COMITÉ CAZADO

     El puñetero ojo de la cerradura amaneció obturado de silicona, sin duda obra de algún piquete tempranero y despistado. No parecía oportuno hacer trabajar a un cerrajero precisamente ese día, así que tuvimos que ir a las oficinas de la patronal para hacer el seguimiento de la jornada de huelga.






(Relatos presentados al concurso Relatos en Cadena de la SER. Frase de inicio obligada: El puñetero ojo de la cerradura).




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