Su decisión empezó a
comentarse rápidamente por el comedor.
-Déjala que sea pájaro,
otras lo fueron antes, dijo la de pelo canoso de edad indescifrable.
-Sí, pero ya sabes cómo
acabaron, contestó la del tatuaje en el cuello.
-Bueno, cuando no quedan
otros caminos no es mala opción echar a volar, comentó la sudamericana.
Por la tarde ella se
encaramó a la azotea trepando por una cañería de desagüe. Abajo, en el patio,
las reclusas, alborozadas, le gritaban "pío pío, pío pío". Ella no
oía nada, su mirada ausente pareció fijarse en un punto del horizonte.
Entonces
abrió las alas.